18 de junio de 2011

Los nuevos filántropos.

La filantropía se define como el amor al género humano y, últimamente, está de moda.

Algunos personajes son conocidos no sólo por su riqueza, sus logros empresariales o sus portadas en prestigiosos periódicos, sino por dar (y de paso contarlo) grandes cantidades de dinero a obras en bien de la comunidad.

Bill y Melinda Gates apoyan la investigación sobre el SIDA, la malaria y la tuberculosis; George Soros contribuye con causas que promueven las libertades civiles y la democracia; Gordon Moore apuesta por el desarrollo científico y la capacitación sanitaria; Warren Buffet contribuye económicamente con la fundación de los Gates; Eli Broad dona parte de su dinero a instituciones culturales; James Stowers contribuye a la investigación sobre el cáncer, los problemas coronarios y la diabetes, etc.

Sin embargo, ha surgido una nueva categoría entre los filántropos: los políticos (también conocidos como los gestores de lo público*).

Estos nuevos filántropos no donan una parte de la fortuna que han ganado con su trabajo y con su esfuerzo a causas solidarias que puedan mejorar la vida de las personas. Su tarea es mucho más compleja y de ahí que se hable de una nueva tendencia. 

Estos benefactores han sido elegidos legítimamente en las urnas. Algunos con unos porcentajes de apoyo que casi derivan en una entronización en lugar de en una investidura. Pero las causas solidarias que apoyan tienen poco que ver con la investigación sobre el cáncer, el SIDA o la diabetes, la libertad de prensa o la igualdad de género.

Son causas mucho más llanas y cercanas. Por ejemplo, ofrecer a un constructor necesitado que redacte una parte del PGOU de una ciudad o un pueblo cualquiera, de modo que pueda decidir en qué terrenos se puede construir y en qué condiciones. O aumentar deliberadamente el precio que un Ayuntamiento, una Diputación, una Comunidad Autónoma o un Ministerio tendrá que pagar a una empresa contratista, con comisiones por el camino que van a bolsillos de altura e incremento del precio de los servicios que repercute en bolsillos maltrechos. Tal vez, acordarse de un amigo con una empresa en apuros, que presente una oferta cara, aunque esa pérdida de rentabilidad la paguen los impuestos de muchos de los que no han decidido a qué obra solidaria quieren contribuir. O los viajes a destinos exóticos, la ropa de lujo, las grandes celebraciones que pagan amigos necesitados por servicios mucho más grandes y desconocidos. Y, así, un largo etcétera de causas solidarias...

Son curiosos los agasajos que muchos de los nuevos filántropos reciben por su contribución. Y, a veces, me pregunto qué pensarán de todo esto quienes de verdad pagan la factura solidaria de tanta dádiva, prebenda y sinecura.  


*Público, según el diccionario de la RAE, es "perteneciente o relativo a todo el pueblo".

1 comentario: